dijous, 8 de maig del 2014

Francis, per Sairy Romero


Francis
Estamos casados pero tomamos la decisión de que es preferible dormir en cuartos separados. También discutimos la posibilidad de vivir en casas diferentes pero vecinas, sin embargo, concluimos que sería una exageración y que nos conformaríamos con mantener cierto orden y cumplir los requerimientos personales de cada uno para disfrutar la convivencia pacíficamente. Llegamos a un acuerdo en cuanto al número de horas semanales reservadas para vernos e interactuar. El resto del tiempo podemos vernos sin interrumpir la rutina del otro. Desde la infancia nos hemos inclinado a estar solos. No porque esa condición sea la más satisfactoria, sino porque comparándolo con estar rodeados de personas es notoriamente preferible. Siempre nos resultó conflictivo el hecho de que, a pesar de nuestra aversión a la compañía humana en general, seguimos siendo afectados por necesidades primitivas.

Cuando nos conocimos nos vimos forzados a interactuar por cuestiones laborales en la universidad donde enseñamos. En un momento de indiscreción no pude evitar expresar mi desprecio por un colega y su costumbre de suponer que sus congéneres inmediatos automáticamente le ofrecen confianza. Aquel compañero de trabajo comentaba constantemente que tiene facilidad para comunicarse con las personas como si las conociera desde siempre. Lo que (y en este asunto concordamos plenamente mi esposo y yo) nos parece absurdo. Al conocer a alguien desde su nacimiento es cuando se debe mantener, aún más, una distancia apropiada y un cuidado minucioso de las ideas que se comunican. No tardamos en decidir que tendríamos un hijo.

Francis fue el nombre que elegimos. Los indicios de esta decisión aparecieron el mismo día que tuvimos la primera conversación sobre el deplorable colega. Pero, y esto se dio de manera implícita (la facilidad para los convenios implícitos es la virtud primordial de nuestra relación), no fue dicho en voz alta hasta después de algunas semanas de prueba de convivencia. Después de este tiempo transcribimos un documento manifestando los mínimos percances que notamos en las semanas precedentes. Redactamos las soluciones más acertadas (como las habitaciones separadas y el horario de interacción) y observamos que no habría mayor dificultad en el proceso.

Las primeras dudas surgieron antes de la concepción, un factor incierto que requería mucha planeación y control de contingencias. Después de las cavilaciones individuales suficientes lo consultamos y acordamos que cualquier vicisitud puede dominarse con una crianza estricta. Las aportaciones en cuanto a qué tipo de crianza le daríamos a nuestro hijo resultaron equilibradas. Mi esposo proporcionó sus datos empíricos debido a que fue criado de una forma escrupulosa y las consecuencias de ello fueron evidentemente aceptables. En mi caso, un poco más turbio, fue todo lo contrario. En mi familia existía una escandalosa desorganización constante que pudo haber tenido efectos lamentables en mi formación final, pero por determinación y por una innata capacidad de análisis más que por suerte, sucedió lo contrario. Aprendí a convertirme en todo lo opuesto a mis familiares, lo que me da cierta ventaja para lidiar con eventualidades remotas y comportamientos inadmisibles en nuestro primogénito.

La tarde del 22 de diciembre, el padre de Francis cometió una imprudencia resultada de los defectos en su formación (cuando sus padres no supieron erradicar, desde su origen, sus tendencias inquisidoras). Me informó que estuvo leyendo un ensayo inconcluso que Francis ha estado escribiendo desde hace varios meses. Los siguientes párrafos son los fragmentos que considero más relevantes de todo el trabajo.Francis llegó a su adolescencia siendo un modelo de eminencia más notable de lo previsto. En ningún momento tuvimos que tomar medidas extremas para guiar su comportamiento y personalidad hacia lo correcto. Desde su infancia temprana se convirtió en un lector ávido de los tomos seleccionados concretamente para él. Diferenciándose de su padre, quien tuvo que ser obligado a leer la colección de su biblioteca y sus padres tuvieron que erradicarle cierta tendencia a indagar otros libros que no pertenecían a ella. De ninguna manera esta clase de crianza linda con la tiranía. A una edad adecuada, a la que Francis llegó recientemente al cumplir catorce años, pudo elegir los libros de su preferencia y no influenciamos ni censuramos sus elecciones más de lo conveniente. Las personas que pululan por las calles están abiertas a percibir y absorber el mundo sin ninguna clase de filtro que les permita a discernir entre cantidades inefables de información cruda. Esa es la verdadera tiranía del mundo actual. Francis es el prototipo sobresaliente de un humano que examina meticulosamente la nueva información que recibe y no absorbe más hasta aprehender todos los aspectos de esa última. Naturalmente no han aparecido vestigios de desorden alguno en sus procesos mentales.

[…]

Mis padres son personas admirables, pero examinando mi formación como futuro adulto, sería negligente no analizar el proceso educativo por el que he sido cultivado. Aunque la lógica, a simple vista, muestre que no es necesario poner en duda tal proceso basándome en los resultados adquiridos. He encontrado que las fallas en mis procesos de pensamiento se originan en la creencia de que es remota la posibilidad de que mi capacidad de análisis y los métodos que aprendí de mis progenitores sean falibles. En los casos en los que he descubierto errores, puedo notar que se derivan del proceso inevitable de desgaste o estancamiento de sus cualidades intelectuales. Lo que está afectando mi rendimiento involuntaria pero comprensiblemente. No puedo dejar de tomar responsabilidad por la falta de acción ante ello, especialmente cuando la fuente de los errores ya está descubierta. Las medidas preventivas que he comenzado a considerar son dudosas y discutibles.

[…]

Observando el comportamiento de mis padres durante los últimos meses, se ha vuelto más obvio el estancamiento mental. El cimiento más importante de sus enseñanzas es el avance como fundamento de la continuidad de la vida. No sólo el avance temporal ineludible y los cambios ocurridos como consecuencia directa del entorno, pero el avance hacia una meta intelectual cambiante. Ha resultado particularmente inquietante presenciar la cotidianidad de mis familiares cuando, cada día más, se basa en una repetición absurda. Otro principio del progreso de mi aprendizaje es el hábito, altamente necesario para ejercitar cualquier habilidad que desee perfeccionar. Pero en el caso de ellos, el hábito que debería sostener y asegurar el crecimiento mental ha absorbido eso que sí debe mantenerse en constante mutación: el producto inventivo de tal hábito a través del tiempo.

Tropezarme con el hecho de que la existencia de mis padres se ha convertido en una nimiedad sin justificación me ha enfrentado con la futilidad de mis propias ambiciones. Me he visto fantaseando con una posibilidad que antes me parecía impensable. Además de los beneficios personales que el cumplimiento de esa fantasía implicaría, existen otros beneficios a mayor escala. Una escala mundial o ecológica, e incluso ontológica. Si pensamos en significación, o llanamente lo reflexionamos de una manera pragmática, la terminación súbita de la vida de mis padres no tendría ninguna consecuencia negativa. Considerando que su función principal, mi formación, ya ha sido cumplida, y lo que resta no es más que el sinsentido de una repetición obsoleta que, según la evidencia, no traerá ningún producto relevante a las circunstancias actuales del mundo y dudablemente lo traerá a futuro.

Meditando sobre el método que prosigue, han llamado mi atención el hacha y el taladro que mi padre guarda en el armario de las herramientas.

El argumento de Francis nos pareció discutiblemente lógico, pero ciertamente convincente. Me atrevo a suponer que lo primero que mi esposo recomendará será un método más limpio, menos violento. En definitiva acordaremos que Francis debe tener razones fundamentadas y escucharemos lo que tenga que decir en defensa de su selección de instrumentos. Después de las cavilaciones individuales suficientes lo consultaremos.

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Sairy Romero

És veneçolana i viu a Mèxic, on va néixer el 1992. Té debilitat pel cinema i la ciència ficció. És una estudiant de Ciències de la Comunicació que omple documents de Word buits perquè és més divertit que pagar-li a un psicoanalista.

Aquest text és el primer que apareix en aquest bloc en llengua castellana, tot i que no serà el darrer. No penso que calgui justificar la qüestió idiomàtica en un país com aquest, on es parlen tantes llengües, però crec que és oportú explicar la història de com he arribat al conte que precedeix aquestes quatre ratlles. 

Fa uns mesos em vaig trobar un relat seu fascinant, inquietant i on mostrava una esgarrifosa habilitat per al conte breu i d'horror. Em vaig quedar extasiat en la lectura, i la resposta que van donar les meves vísceres fou traduir-la al català. Ho vaig fer així, sense pensar. En aquella ocasió em vaig preguntar com devia escriure Poe (Poe posem per cas) als vint-i-dos anys. Vaig il·lustrar el text traduït i el vaig incloure al bloc.

Poc després de la gosadia vaig rebre un correu electrònic. Era de Sairy Romero: per aquells miracles previsibles i les meravelles de la tecnologia del món global, havia trobat la meva adaptació. Vam intercanviar alguns correus i finalment em va donar permís per traduir un altre dels seus relats. Però he decidit no traduir-lo. Tinc en compte que la seva llengua i la meva són germanes, i que al meu país la traducció és innecessària. Jo no sempre puc gaudir d'un text en llengua original, perquè tan sols llegeixo català, castellà i francès. No sóc ningú per interposar-me entre el lector i aquesta petita joia lluent.

Si penso què m'agradaria més que passés a partir d'ara, és que algun editor ho llegís.

2 comentaris:

  1. Respostes
    1. Ai! A veure si algun editor pensa com tu, perquè jo crec que això sí que és un valor de veritat.

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