"La Puñalada" es el nombre de un café antiguo y mítico de la Barcelona del final de los 20 que en realidad se llamaba "Olímpic Bar", en donde se reunían artistas y bohemios, algunos consagrados y otros de medio pelo. "La Punyalada" es, también, el título de una novela ruralista de Marián Vayreda en donde se mezclan los celos con el bandolerismo, la belleza rústica de la joven Coralí con las fiestas mayores, los instintos bajos con el paisaje de la comarca de Osona. La novela de Vayreda es muy interesante y tiene algo de western catalán, con una segunda parte que no dista mucho de la cinta de Ford "Centauros del desierto" pero con barretinas, burros catalanes, fajas y navajas.
Es una pena muy grande que la literatura catalana en catalán haya desaparecido del mapa, porque novelas como "La Punyalada" hacen de Cataluña un escenario sugerente para la ficción literaria: un lugar oscuro, pobre, pequeño y mezquino. En los últimos tiempos, eso solo lo ha comprendido Jordi Ledesma, pero Ledesma escribe en castellano: todo normal, solo los catalanes que escriben en castellano nos pueden contar Cataluña.
La literatura desapareció de Cataluña y luego apareció Messi, y los catalanes creyeron que vivían en el mejor lugar del mundo, y que Cataluña era Messi, un chico que gana los partidos sin despeinarse y sin haber leído un solo libro de historia en su vida. Des de las euforias que provee Messi hasta el supremacismo que sufrimos hay un solo paso, y es solo un pasito.
Sin embargo, Cataluña sigue siendo el país oscuro de Marián Vayreda. Eso se lo puedo asegurar en carnes propias.
Llevo algunos años escribiendo en este blog, y poniendo a caldo a determinadas opciones políticas. Y, a veces, nombro a personas y, muchas veces, critico libros que no siempre he leído. O que no he leído del todo, lo admito. Hay libros que he reseñado habiendo leído solo las primeras diez páginas. También lo admito. Pero eso no es solo culpa mía: convendrán conmigo que algunos libros no toleran la lectura de más de diez páginas por lo mal escritos que están, por la poca ambición literaria que manifiestan sin pudor en el primer párrafo y por la sublime ignorancia literaria que proclaman en la primera frase. Hay libros que piden ser abandonados, y esos libros se deben abandonar. Por compasión, por piedad.
Sin embargo, casi nunca nadie me ha reprochado las entradas del blog en las que digo que un libro es malo, o que un escritor (o escritora) debería dedicarse en exclusiva a la lectura, a la reflexión o a la meditación, e incluso a la muy noble ocupación de pintar y colorear mandalas. Nadie me lo dice: prefieren decirlo por otros cauces y por la espalda, que es el lugar más apropiado para asestar puñaladas. Puñaladas metafóricas, claro. Bueno, prefiero las puñaladas metafóricas, que son cobardes pero no matan.
Hay almas buenas que, de vez en cuando, me mandan un mensajito y me cuentan: ¡Anda! ¡Mira lo que ha escrito de ti Menganito o Menganita, te están poniendo a parir en la red!. Y me enlazan el enlace a una conversación en la que muchos dicen que soy un mierda, que ya me vale, que soy muy anticatalán, que ni caso, que me den morcillas. Si hablamos de morcillas, que sean de Burgos. O de Palencia. Esas almas buenas me llenan de buen humor aunque no de alegría, claro.
Esas almas buenas me ayudan a comprender el fenómeno de la materia oscura: esa materia que existe en el universo pero que solo existe en teoría, ya que somos incapaces de verla. Escribí un artículo en el que me burlaba de algunas "novelas negras catalanas". Hubo solo tres comentarios y poquísimos "likes". Y sin embargo el contador de visitas registró muchas: esas eran las visitas oscuras. Las visitas oscuras son visitas que leen y se escandalizan pero no rechistan: rebuznan por otras partes, en los corrales en donde están sus ovejas más afines y convierten los rebuznos del burro en balidos de oveja. Apuñalan, pero en plan discreto e hiperbólico: todo muy catalán, en definitiva.
No se crean que escribo esto para presentarme como la víctima de algo: ¡qué más quisiera!. Las víctimas adquieren un gran reconocimiento social y, en Cataluña, hay casi dos millones de personas que desean ser vistas como víctimas a los ojos del ancho mundo. No me encuentro entre ellas. Seguiré contando que tal libro es una bazofia, que el otro es inane y que el de más allá es una bírria. Si lo quieren, se lo demostraré. Sin problemas. Las evidencias son evidentes: Marc Moreno, Villalonga, Aritzeta, Llort, Susana Hernández, Ramona Solé, Núria Martínez (Bruixeta) y Núria Cadenes, Gámez, de Manuel, Melero y otros y etcétera (lo digo así por no aburrir con diez líneas de "autores") deberían aprender a distinguir entre qué se puede considerar literatura y qué es pintar y colorear mandalas.
Ellos y ellas escriben en catalán con el propósito de engrandecer a la patria. Pero la hunden en la miseria atroz y abismal de la que ya no saldrá nunca jamás.