diumenge, 9 d’octubre del 2016

El fin de la novela negra

Resultat d'imatges de novela negra

Es probable que el público lector empiece a hartarse pronto de la novela negra nacional, e incluso de la extranjera. Ya se ven señales en el horizonte: el género histórico vuelve a la carga con fuerza, y el terror se reivindica enérgicamente. Es pensable que sea sustituida por cualquier otro género popular. Pongamos por ejemplo el rosa-histórico, que ya apunta por los entresijos de la mismísima negra. Cuando esa tendencia se haga más evidente se achacará a los caprichos de las modas. Algunas editoriales cerrarán persianas y otras se adaptarán al cambio. Los mamíferos pequeños (que eran los bichos más listos y adaptables), sobrevivieron al impacto del meteorito que terminó con los grandes dinosaurios. Y mira tu adónde llegaron.

El género negro volverá a la marginalidad. Se buscarán razones y culpables. Se hablará de abusos, de baja calidad y de premios inmerecidos. Todos llevarán alguna razón válida. Cuando se cerraron las minas asturianas sucedió lo mismo.

Como todo lo que se pone de moda, lo que lo extingue es el abuso inmisericorde y esa tendencia humana que se llama capitalismo, consistente en explotar deprisa deprisa los recursos hasta agotarlos. Y la presunción de que la gallina es infatigable en su facultad de poner huevos, y la ilusión de que estos serán de oro. Y la intención de que el oro vaya a mi bolsillo. Pero ¿qué pasa cuando la gallina sufre de anemia?

Me atrevo a situar el auge comercial de la novela negra/policial contemporánea a partir del éxito de Stieg Larsson. Es una hipótesis que debería estudiar mejor, pero ahí está, por si alguien tiene ganas de debatir. También hay que mencionar en la génesis del fenómeno la cinta ligeramente fascistoide (aunque bien rodada y con un gran trabajo escenográfico y artístico) "Seven". Sebastià Bennassar añadiría la réplica francesa "Los ríos de color púrpura", que es una peli de gran factura, con unas atmósferas fabulosas -y más progresista ideologicamente. No hay que olvidar a Quentin Tarantino y su "Reservoir dogs" aunque se cite más a menudo "Pulp fiction" -creo que menos interesante.

Vuelvo a la novela sueca. Por algo será que, en cualquier festival de novela negra catalana se habla del fenómeno nórdico para compararse con él y sacar la conclusión (previsible) de que nuestra producción nada tiene que envidiar a la de los vikingos. Aunque sea en negativo, se reconoce el papel fundamental de Larsson (Asa o Stieg), Mankell, Nesbo. Creo que los catalanes, si somos algo, siempre lo somos por comparación con otros. Yo soy pobre, pero si me comparo con los pobres de Uganda podría convencerme de que soy un catalán rico.

Lo que es indudable es que, al margen de los autores de la latitud de Copenhagen, la novela negra nacional bebe, se amamanta (y se atraganta incluso) de series televisivas. Las referencias cinéfilas son comunes, pero muy escasas las literarias. Este déficit es problemático. Cine y literatura se influyen, se relacionan y se intercambian fluidos. Eso es muy bueno. Siglos atrás, las sinergías y relaciones entre literatura, música y pintura dieron lugar a obras imprescindibles de cada una de esas artes. Es coherente que el cine se incorpore a la orgía del arte y la creación. Solo en eso somos mejores que los dioses (hay dioses creadores, pero ninguno artista).

Pero... (ahí está el inevitable "pero") cualquier relación entre artes que se expresan a través de gramáticas distintas debe ser una relación compleja. No vale con que la literatura imite los ritmos y las planificaciones del cine. Uno de los mejores guionistas del cine contemporáneo es Jean-Claude Carrière (investiguen ustedes), y Carrière es un tipo cultísimo. Es un hombre de cine, pero es un hombre literario, que escribe grandes guiones porqué es un autor leído que conoce la filosofía, el arte y la literatura.

Incluso en el caso de la literatura de entretenimiento popular, su filiación exclusiva con el cine comercial debería ser algo más crítica. Es demasiado obvio que tenemos a escritores muy aficionados al cine comercial pero también muy pocos lectores de los clásicos literarios. Uno no puede ponerse a escribir novelas (negras o rosas o amarillas o violetas) sin haber pasado por las páginas de los maestros.

Una de las mejores películas del Woody Allen reciente es "Match Point". En ella retoma a Dostoievsky y su "Crimen y castigo" por enésima vez. Aunque en "Match Point" cita al ruso explícitamente en una escena fantasmal hacia el final de la cinta, Allen ya había versionado a Fíodor en cintas anteriores, y en especial en "Delitos y faltas", que es una de sus mejores piezas. Releída con detenimiento, me parece que "Crimen y castigo" debería ser una referencia básica para los escritores que alegremente se sitúan en el género negro. Es obligatorio conocer la obra de ese autor. (A mi me gusta mucho "Los demonios").

Haber leído a Mankell, Larsson, Lemaitre, Redondo, Silva o Dan Brown no solo es irrelevante, si no que podría ser preferible no haberlo hecho. A quien hay que haber leído es al otro, al de San Petersburgo. Y a Sterne, Cervantes, Conrad, Shakespeare, Melville, Dickens, Bulgakov, Vargas Llosa, James, Zweig, Chaucer... Ningún director de cine se pone a dirigir una cinta sin haberse empapado de Dreyer, Eisenstein, Pasolini, Tarkovsky, Rossellini, Bergman. Para rebelarse contra una ley hay que conocer esta ley. Los genios del dadaísmo eran genios porque eran cultos. Durruti no atracaba bancos ni se cargaba obispos solo para entretenerse un rato.

No voy a negar que se deba estar al tanto de las novedades (por si la flauta suena), pero leer sólo novedades es algo tan provinciano que da escalofríos pensar en una generación de autores que solo conocen las novedades que la publicidad promociona.

Hay que haber leído y hay que haber pensado. Para ser moderno hay que saber de los clásicos. De lo contrario se hace el ridículo y se es un antiguo, que es lo opuesto a un clásico. Y por desgracia estamos saturados de autores que huelen a antiguos porqué no han leído a los clásicos, porqué jamás han sido modernos. Las colecciones de novela negra catalanas están repletas de textos antiguos y ridículos. Rafael Tasis escribió sus novelas policiales entre 1930 y 1960, y leído hoy resulta más moderno que la mayoría de los vivos.

Uno podría escribir una genialidad partiendo de la nada absoluta y del analfabetismo, es cierto. Pero es tan poco probable como que mañana Carles Puigdemont se convierta al socialismo federalista o que yo me entreviste con un cónsul extraterrestre. El analfabetismo y la ignorancia podrían llevar a un autor a escribir algo radicalmente nuevo, y este sueño del buen salvaje aplicado a la literatura estoy seguro de que baila en la cabeza de más de uno (hablo de escritores y de editores). Cuando pienso en esa posibilidad me acuerdo del cuento de Borges titulado "Pierre Menard, autor de el Quijote". Trata de un hombre que escribe El Quijote por aplicación del principo de las probabilidades: si la literatura es el arte de combinar palabras entonces es posible que, en un mundo de billones de personas capaces de escribir palabras, alguien de por casualidad con la combinación exacta de palabras que forman la novela de Cervantes.

Lo más normal, sin embargo, es que del analfabetismo cultural solo surja banalidad y debilidad. O ejercicios de literatura de entretenimiento barato y sin sustancia, textos que se leen en el metro y se olvidan al salir a la luz de la calle. Textos que solo trascienden brevemente por el efecto de las redes sociales y esa mentalidad de instagram: me hago una foto mientras leo y la subo a la red. Y el autor se regocija y la reproduce en su página de facebook, y piensa que ya es alguien porque igual vende otro ejemplar. Hay escritores publicados que se se jactan de no haber leído nada. Como si la virtud de la virginidad fuese extensible a todo. ¿Será que no conseguimos librarnos de las manías católicas?.

Pero el lector -repito- el lector no es tonto y al final se da cuenta de que le venden papel encuadernado que no contiene literatura ni pensamiento ni análisis ni verdad alguna. Y al final se cansa y se va hacia otra parte. Y es por todo eso que la novela negra nacional se va a terminar.

Aunque no lo parezca, el autor de estas líneas sufre de un cierto optimismo, que es una patología rara. El fin de la moda de la novela negra lo veo como una buena noticia. Permanecerá lo bueno, volverá el esfuerzo por escribir bien. Sin despreciar a la literatura del entretenimiento, pero sin olvidarse tan por completo de que la literatura aspira a ser arte. Y de que el arte sirve para pensar y hacernos un poco mejores en algo, si es posible.

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Nota: pido disculpas por el tono del título, demasiado apocalíptico. Pero hay que hacer trampas y trucos y malabares para ser visible... Uno sabe que se publican tantas cosas en la red...

4 comentaris:

  1. no he estat mai gaire de la novel·la negra, em sembla recordar que t'ho havia comentat, jo ho deixaria en bona i no tan bona novel·la, sense l'etiqueta de negra, ni abans per denostada i menystinguda ni l'auge desmesurat posterior, potser es quedarà en un terme mig. En époques de mediocritat, triomfa la literatura mediocre i aquest no seria el cas de la novel·la negra. Per cert, ja que parles de Tarantino, ahir vaig veure el western 'los odiosos 8', buah! una passada, tres hores de bon cinema, desde el guió, la fotografía, la interpretació, la música de Morricone, la direccio. Tarantino 100%, te la recomano.

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  2. Bueno. No todos los escritores de noir somos analfabetos literarios, conozco alguno que dejó atrás a Thomas Mann, Sade y a Nabokov a los 17. Vale que igual los dejó demasiado atrás, pero...totalmente de acuerdo. La novela negra, como el sado, la ópera y la poesía, deberían de seguir en la clandestinidad.

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    1. La lista de géneros que merece la clandestinidad es tan heterogénea que me ha emoionado. Gracias por la aportación.

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